150 mil familias peruanas producen café, en una extensión de 270 mil hectáreas, 90 % de ellas pequeños productores, en fincas que vande 0.5 a 5 has. 42% organizadas en cooperativas y asociaciones de comercialización y servicios.
Las tierras se encuentran en la parte oriental de la cordillera de los andes, donde comienza la selva amazónica. Los productores de café en su mayoría son migrantes de la sierra o zonas alto andinas, poseen una cultural ancestral que viene desde la época de los incas, también se encuentran nativos originarios de la selva.
El 94% de la producción de café se exporta con destino a 26 países, aunque sólo 5 de ellos acaparan el 80% de las compras. Sólo un 6% de dicha producción se destina al mercado local, que consume sólo 380 gr. Por habitante, el promedio más bajo de América Latina.
Colonos italianos y tiroleses trajeron café a la zona amazónica de Perú en 1860, a partir de 1950 llegan allí campesinos andinos en condiciones de “enganchados” para recoger la cosecha, estos últimos se quedan consiguiendo sus propias fincas y/o mediante tomas de tierras en el marco de los 2 procesos de reforma agraria que vivía el país en esos tiempos.
A partir de 1960 se organizan en cooperativas para abordar de la mejor manera la comercialización del café, para protegerse frente a los intermediarios y además porque este modelo de organización les resultaba más cercano económica y socialmente a sus organizaciones de tipo comunitario que tenían en sus antiguas moradas.
Entre 1970 y 1990 se habían creado más de 220 cooperativas que representaban el 70% de las familias dedicadas a la producción de café. Durante 20 años el crecimiento del sector fue notable, los excedentes económicos se reinvirtieron en infraestructura y equipos, escuelas, postas de salud. Existía el Banco de Desarrollo Agrario que financiaba campañas de plantación y comercialización de café.
A partir de 1990 las organizaciones cooperativas de café ingresan a un periodo de crisis profunda debido fundamentalmente a tres factores:
a) La cancelación del convenio de cuotas de le Organización Internacional de Café, liberalizándose la regulación de la oferta mundial de café a solicitud de Estados Unidos de Norteamérica, trayendo como consecuencia la baja de precios internacionales de café. b) La violencia subversiva en las zonas cafetaleras, iniciada por los movimientos guerrilleros Sendero Luminoso de ideología maoísta y por el Movimiento revolucionario Tupac Amaru de orientación castrista. Ambos se instalan en la zona oriental de la cordillera andina en espacios que ocupan los productores cafetaleros. Aquí estos movimientos intentan crear sus denominados “bases de apoyo”, enrolando con medidas coercitivas a jóvenes de la zona. Aplican tres métodos de acción contra las cooperativas, primero cobran “cupos” mediante métodos violentos, para financiar su guerrilla, segundo asesinan a dirigentes que tenían liderasgos en la zona y tercero obligan asumir a los socios y pobladores de la zona adoptar una economía autárquica, basada en la producción exclusivamente para el consumo, reprimiendo con las armas cualquier intento de intercambio de mercaderías con otras zonas. El movimiento Sendero Luminoso sabía en su estrategia que esas organizaciones cooperativas que eran representativas de los pobladores de las zonas donde estaban, competirían el poder local y no eran confiables en su proyecto maoísta de “cercar las ciudades desde campo”, por ello intentaron liquidarlas. El miedo y el acoso violento de estos grupos hicieron que varios productores del café regresen a sus tierras de origen, aunque sin lograr que ellos se desliguen totalmente de sus fincas, los que quedaron veían impasibles la destrucción de sus instalaciones y el debilitamiento de sus organizaciones cooperativas. c) La política ultraliberal aplicada por el gobierno de Fujimori que trajo como consecuencia la liquidación del banco agrario, única fuente de financiamiento del agro, la eliminación de otros instrumentos de apoyo que tenía el estado y el desprecio por todo tipo de organización como las cooperativas. En ese contexto, el interlocutor histórico que era el estado, frente a los campesinos da paso a otro interlocutor que es el mercado, sin aplicar ninguna política de protección dejando a esos grupos expuestos y marginalizados.
Las amenazas directas a la posesión o incursión en sus tierras por aquellos a quienes las cooperativas consideran forasteros, han sido rechazadas por las organizaciones cooperativas mediante una indiferencia deliberada al proyecto armado que ellos traían. Los socios de las cooperativas que eran casi en su totalidad originarios de pueblos indígenas, consideran a sus cooperativas como sus comunidades andinas, como “pequeñas naciones” y donde sus concepciones de seguridad nacional, cuando ellas son amenazadas se conectan directamente a su supervivencia como naciones, proteger su seguridad cultural que es un medio para conservar su “nación” como entidad social, territorial y política es vital y por ello se enfrentan a lo que ellos llaman ideologías lejanas, que traían esos grupos subversivos, no con las armas, pero sí con actitudes hostiles hacia ellos, sin someterse nunca totalmente e intentando siempre comercializar su café a pesar de las prohibiciones.
Los métodos de estos grupos subversivos se volvieron cada vez más de terror, el estado a través del ejército se enfrentó casi con los mismos métodos reprimiendo con fuerza esas acciones. Las poblaciones civiles especialmente de las zonas rurales se encontraron entre ambos fuegos y según el Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (1), son las que más sufrieron y murieron. El ejercito peruano derrotó militarmente a Sendero Luminoso sólo cuando este descubre que los campesinos peruanos tenían el mismo interés que ellos para desarraigar la guerrilla.
Estas organizaciones han podido persistir y atravesar esta etapa crítica de su historia gracias a la calidad de sus recursos humanos, dirigentes y socios que fueron formados a partir de un alto nivel de participación, en la planificación del desarrollo de sus cooperativas y en la programación de planes de desarrollo comunitario, implicando a las autoridades locales en esas tareas, esto último facilitó aún más su inserción y posicionamiento territorial; los lazos culturales y su lucha por la tierra fueron también los factores que permitieron mantener viva sus aspiraciones.
Ellas se han constituido en agentes de desarrollo de sus zonas y han asumido que el aprendizaje permanente para buscar nuevas soluciones económicas y sociales ha ayudado a estas a recuperar la confianza en sí mismos.
A finales de los años 90 ingresando al año 2000 las cooperativas de café inician una etapa de crecimiento sostenido produciendo cafés de calidad, cafés orgánicos (Perú hoy es el segundo país en el mundo, exportador de café orgánico después de México) y los denominados cafés gourmets. Existe una toma de conciencia de la oportunidad, la responsabilidad y el desempeño económico y social de los socios, los años críticos quedaron atrás, ahora hay otros retos que afrontar como la marginalidad y pobreza que aún persiste. Sin embargo lo que sí se puede decir es que el modelo organizacional cooperativo de café en las zonas de selva alta en Perú, tiene una experiencia organizativa histórica y de un capital social antiguo, de una ética y credo cooperativo que siguen siendo sólidos en una gran parte de los dirigentes y que las crisis de la década anterior no han podido aniquilarlas. Sin estos recursos hubiera sido imposible corregir los anteriores errores que se cometieron, en la lucha contra la corrupción que minaba muchas estructuras cooperativas, levantarse después de los ataques y abusos de los grupos armados que azotaron las zonas cafetaleras y resistir un contexto económico mundial y nacional muy contrario.
Las cooperativas han logrado lo más difícil: parar el proceso de descomposición y establecer que es posible construir nuevos esquemas (2) sobre la base de una estrategia compartida.